Desde el exterior se percibe la sobriedad de una fachada recuperada, que mantiene su proporción original. Una vez dentro, la intervención revela espacios renovados que dialogan con la estructura de 1935 y potencian la relación con la luz.
La rehabilitación no busca imponer modernidad, sino reactivar la esencia del edificio mediante decisiones discretas y respetuosas.
Estos se convierten en protagonistas al aportar luz y ventilación, generando continuidad entre las diferentes estancias. La vivienda se abre hacia el interior sin perder privacidad hacia la calle.
La planta baja se destina a áreas comunes, mientras que los niveles superiores alojan dormitorios y espacios más íntimos. La reorganización espacial mantiene la lógica de la construcción original, incorporando mejoras en confort y habitabilidad.
La intervención respeta los materiales y proporciones de la envolvente, al tiempo que incorpora soluciones técnicas contemporáneas invisibles, que garantizan eficiencia y durabilidad.
La vivienda forma parte de un entorno protegido donde cada decisión debía ajustarse a la normativa. El proyecto respondió con rigor técnico y sensibilidad patrimonial, logrando un resultado equilibrado.
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